Nuestra querida perdiz colorada mide unos 38 cm. Generalmente sólo se la vé si una la espanta al pasar demasiado cerca y entonces saldrá de su escondríjo con un ruidoso batir de alas, hecho a propósito para asustar al posible predador y desconsertarlo como para que le de tiempo de huir o escabullirse; o cuando ella se moviliza fuera de la seguridad de la vegetación o donde esta es demasiado baja como en las veredas de las rutas, comiendo, cruzando caminos, en campos recién sembrados, siempre en campos con pastizales altos y tupidos. Tiene un vuelo enérgico y ruidoso, de corta distancia, y luego cae pesadamente al suelo. Es un ave muy caminadora, con la cabeza siempre en alto. Silbo fuerte muy característico, oído al amanecer, al atardecer y aun de noche.
Escarba la tierra con el pico y las patas en busca de semillas, lombrices, larvas y hasta roedores pequeños que traga enteros.
La puesta dura desde septiembre hasta febrero. El nido construido por el macho es ubicado muy oculto en matas de pasto. Consiste en una depresión en el suelo que recubre con tallos y plumas. Varias hembras ponen los huevos en un mismo nido, que pueden contener de 10 a 12 huevos de intenso color violáceo oscuro. El macho se encarga de incubar, durante unos 21 días. También se encarga del cuidado de los pichones, los que al nacer abandonan el nido y lo siguen.
Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Argentina en el centro y norte; en Bolivia habita en un rango altitudinal que va desde los 200 a 700 m.s.n.m. en los departamentos de Beni, La Paz y Santa Cruz.
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